En ese escenario, que podía ser cualquier calle pueblerina, destacó la
figura de Juan de Dios Rodríguez La Rosa, nacido en nuestra tierra, con
suficientes credenciales para ser considerado, en su época, el mejor coleador
de Aragua. En sus hechizados admiradores causaba delirio y emoción,
seguidores que llegaron a identificarlo como Juan Pila. Por sus destrezas era
infaltable en los festivales organizados en los pueblos vecinos. Sus
experiencias trató siempre de transmitirlas a los jóvenes que se iniciaban en
el rudo deporte del coleo.
En la tarde del 2 de febrero de 1957. Juan Pila, montando su caballo
Tabaquito, salió a troche y moche y demás sebos deparados por su veteranía, a
cubrirse de glorias y de lazos, en la larga calle Ricaurte. Pero el destino, en
la esquina de Flor de Mayo, tenía una aviesa intención para él: su corcel le
derriba y luego cae sobre su humanidad. Por el accidente es conducido por sus
amigos a la casa de Jesús Gavidia, veterano gallero y experto cazador; al día
siguiente, al no mostrar mejoría, es trasladado al Hospital Civil de Maracay,
donde su existencia se apaga. En el ceremonial de su despedida, manos del
pueblo adornaron su ataúd, con muchísimos lazos de diferentes colores. En su
honor, los jóvenes a los que siempre trató de enseñar, se organizaron en el
Club de Coleo Juan Pila, siendo registrado en el IND como la primera asociación
de su tipo. Posteriormente, ese primer club, en conversaciones con similares
de otros estados, fue base para la constitución de la Federación Venezolana de
Coleo. Sólo me resta agregar que jamás se ha visto otro coleador como Juan
Pila.
Leer pequeñas historias (como esta) es despertar los recuerdos de la
nostalgia, es "buscarse donde uno ya no está" (Femando Savater).
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