jueves, 16 de abril de 2015

Cien años de intelectualidad
De la pasión por la ciudad y sus personajes, obligante es la indaga­ción en torno a uno de sus hijos, que presenta una biografía excepcio­nal y meritoria, por los variados campos de su quehacer intelectual, por ser un funcionario al ser­vicio de la República y por su condición de ofi­cial de Artillería del Ejér­cito venezolano. Me re­fiero al señor Andrés Pacheco Miranda, quien ve la luz en Turmero el 13 de febrero de 1885 en el hogar de los esposos José Pacheco Lugo y María Miranda Cabeza de Vaca, nativa de San Sebastián, nieta de un hermano del Generalísi­mo Francisco de Miran­da, Precursor de la Inde­pendencia americana. Recibe la instrucción ele­mental con maestros de su pueblo, entre ellos José Ángel Rodríguez; por informe que reposa en el Archivo Municipal se sabe que en 1895 es­taba matriculando en la Escuela de Niños del Municipio, siendo su preceptor el señor A. Montes de Oca. En cró­nica titulada "Los maestros de la edad feliz", don Andrés nos dice que su "sexto y último guiador mental" fue el señor Ra­fael Motamayor, que acostumbraba platicar con sus antiguos alum­nos "a la sombra de los árboles frondosos del Parque Mariño".
Su incorporación a las Fuerzas Armadas ocurre en 1900, quedando a las órdenes del coronel José Rafael Seijas. En 1901 forma parte de un cuer­po de 1.500 hombres, que invaden a Colombia por Carazúa (La Goagira), misión que termina en descalabro para las fuerzas venezolanas. Contando con 16 años se encuentra en La Victoria enfrentando a los 14.000 rebeldes que, acaudilla­dos por el banquero Ma­nuel Antonio Matos, pre­tendían derrocar al gene­ral Cipriano Castro; en esos combates sufre una herida en el brazo iz­quierdo, por lo que deci­de retirarse del ejército. Su amigo el general Francisco Linares Alcán­tara (hijo), le extiende un reconocimiento, donde puede leerse que el ciu­dadano "Coronel Andrés Pacheco Miranda, ha mi­litado en el ejército de Aragua, durante la cam­paña contra la revolución acaudillada por el gene­ral M. A. Matos y que, al prestar sus importantes servicios, se ha conduci­do con lealtad, valor y disciplina, haciéndose por tanto acreedor al recono­cimiento del Gobierno Li­beral Restaurador".
En su vida pública fue jefe civil de Santa Cruz, director de Política de Aragua, diputado y vice­presidente de la Asam­blea Legislativa del mis­mo estado, en el año 1908. En Miranda fue canciller de la Corte Su­prema del estado, secre­tario general, tesorero, secretario privado de Rufino Blanco Fombona; presidente del estado; diputado a la Asamblea Legislativa Mirandina. Entre 1939 y 1941, fue secretario privado del general Francisco Lina­res Alcántara, presiden­te de Aragua. Fue miem­bro de la Academia Na­cional de la Historia por el estado Miranda, del Cen­tro Mirandino de Historia y de la Sociedad Bolivariana. Ostentó la Orden Francisco de Miranda, en su segunda clase.
Andrés Pacheco Miranda, un autodidacta devenido en erudito, tuvo vocación por el periodismo y por las le­tras. Formó parte del equipo fundador de El Universal luego ingre­sa a La Religión; tam­bién fue colaborador de los rotativos La Esfera, El Heraldo, El Impulso y de varias revistas lite­rarias, su vinculación con el diarismo fue por 70 años. Como escritor trató —entre otros te­mas— la temática local y los recuerdos de la ju­ventud; varios de esos escritos fueron recopila­dos y publicados por el Concejo Municipal de Mariño en 1978, con el título de Turmero, tierra mía, con motivo de los 358 años de la ciudad.
También es suya la ins­cripción gratulatoria colocada en el pedestal de la estatua del héroe epónimo del municipio, donde se recuerdan los nombres de los turmereños que lucharon en la guerra emancipadora.
Andrés Pacheco Mi­randa en dos oportunida­des contrajo matrimonio, primero con Clara Anderson, luego con Pía Teresa García, de ambos matrimonios enviuda. El oficial castrista, autor de La tragedia del centau­ro, concluye su vida en Los Teques, el domingo 10 de abril de 1988, a la edad de 103 años. En su honor una escuela de la parroquia Samán de Güere luce su nombre como epónimo.

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