martes, 20 de enero de 2015

LA VOZ DEPORTIVA DE AMERICA 
El 18 de diciembre de 1955, una noticia proveniente de Co­lombia, propagada por las emi­soras de radio y las televisoras nacionales, paraliza a Venezue­la y un manto de aflicción en­vuelve al territorio patrio: Fran­cisco José Cróquer Páez, el po­pular Pancho Pepe, había falle­cido en Barranquilla, a la tem­prana edad de 35 años, por accidente automovilístico, cuan­do participaba como piloto en la llamada Vuelta del Atlánti­co. Según versión recibida el mismo día del contratiempo, Pancho Pepe, por razones que se desconocen, perdió el con­trol de la dirección, el aparato que conducía impacta contra un talud y cae a un precipicio de 150 metros, dando tres vueltas en el aire, saliendo despedido en la última, recibiendo luego el impacto del auto sobre sí. Llevado aún con vida a un cen­tro asistencial, los médicos le aprecian fractura en el cráneo, en la columna vertebral, en los brazos y rotura de los pulmo­nes. Su reloj se detuvo a la hora del accidente, pasadas las ocho de la mañana.

«La Voz Deportiva de Amé-rica», como se le conocía, ha­bía nacido en Turmero, el 23 de mayo de 1920, hijo de Cirilo Cróquer Barreto y Francisca Páez de Cróquer; en su pueblo natal cursa la primaria en la es­cuela José Rafael Revenga, lue­go en la Felipe Guevara Rojas de Maracay y la secundaria la culmina en Caracas. Siendo adolescente, trabaja como ope­rador de radio en «La Voz de Aragua», radioemisora propie­dad de sus familiares, donde brilla como cantante de tangos, con el seudónimo Pepe el Tran­quilo. En la capital de la repú­blica, Pancho Pepe se hace símbolo de Radio Caracas y el pi­lar en que descansaba Ondas Populares, emisora que se de­dicaba únicamente a difusiones deportivas, al comenzar la televisión fue uno de sus anima­dores sus compañeros de tra­bajo cariñosamente le llamaban Panchón y Ronco. Hacía gala de sus cualidades narrativas, en las transmisiones del béisbol profesional venezolano y en los juegos de grandes ligas, al lado de Felo Ramírez, Buck Canel y Marco Antonio de Lacavalerie; en su fácil palabra fue magis­tral su descripción de la pelea campeonil de los pesos plumas, entre Sandy Saddler y WilliePep. Por su calidad declamato­ria, actuó al lado de Luis Edgardo Ramírez. Sus condiciones actorales están perenniza­das en un filme, de los comien­zos de la industria cinematográ­fica nacional, titulado Barlovento, producción sonora diri­gida por Fraiz Gijalba.

El casillero de la correspon­dencia de Francisco José Cró­quer, en el circuito radial don­de trabajaba, tenía el número 18, después de su muerte se consiguieron en ese buzón 35 cartas que le habían enviado sus admiradores, además de una partitura musical, mensaje de alegría para cantar sus glorias con las cuerdas del arpa, letra de Pablo Riera y música del maes­tro  turmereño Valeriano Ramos, texto musical que de seguida te damos a conocer.

Pancho Pepe (Joropo)

A Pancho Pepe

le gusta mucho el joro­po

porque es sabroso

y es mucho venezolano.

Es de Turmero

que es mi tierra aragüeña

mucho exponente

de este mi suelo llanero.

Quiere mucho este pue­blo,

ésta su tierra

v siempre con todos es

como un hermano.

Se divierte con nosotros

como buen venezolano

de pura cepa.

Aunque está sepulta­do en Caracas, a Pan­chón le cubre tierra turmereña: el día de la in­humación, un hombre entrado en años pronun­cia en el solemne acto un hermoso panegírico y dejó caer sobre el ataúd una porción de suelo re­cogido en su casa natal; el venerable orador era Fernando Rodríguez, su maestro de las aulas revenguinas, que en ese instante recibió muestras de respeto de los presen­tes. El popular Pancho Pepe no está presente, pero su voz se seguirá oyendo a través de las grabaciones que han quedado en la radio y en la televisión.

lunes, 12 de enero de 2015

UN ARTISTA Y SU OBRA


En 1962 un visitante excepcional, pro­cedente de su natal Maturín, llega a Turmero. y la bienvenida a su llegada fue su en­cuentro con la inspiración de Mario Abreu y de José Pérez Ramos, lo cual le enriquece interiormente, y el recién venido Hugo Ci­priano Rangel Rodríguez, turmereño desde ese día acrecienta los rasgos artísticos de su vida.

Hugo era majestuoso en la plástica, te­nía buen manejo del elemento color y el di­bujo, con ellos nos asomaba a los realiza­dos sueños de su rica imaginación. Como poeta no escribió libro alguno, su obra está dispersa entre sus numerosos amigos y fa­miliares, a quienes manuscribe su musa y lega como singular presente; la que acompaño en este trabajo me fue facilitada por el ingeniero Antonio Girón y su hermano Isi­dro Rangel, concebida en el estilo propio de la fecundidad de su lira, en ella deja cons­tancia de su impetuosa iracundia, porque era ducho en los enredijos descalificatorios, sus conceptos eran su indiscutible verdad.

En la alborada del 26 de mayo de 1996. a los 52 años de edad, se cierra, en la ciu­dad de su adopción, la trayectoria existencial del creador que supo combinar, ¡y como lo hizo!, sus pasiones por la pin­tura y la poesía.

Te vi pasar

por el portal

un tanto consternada

en tu mirada escudriñé

la pena que te embarga.

Imaginé un mundo de locuras

que ibas a derramar en gotas de silencio.

Las notas de un cantar

vuelan por la bahía

de ese mar donde

bogan tus penas

que quiero arrebujar

en el puerto escondido

y recoger las gotas

que se llevó el silencio.

Para ser bolivariano hay que tener ideas

Bien puestas.

Tener el cerebro claro

para pensar cosas nuevas

y recordar el muchacho

que se peleo donde fuera

con su espada reluciente

libertó a su Venezuela.

En sus últimos instantes

lanzó la proclama aquella

de que cesen los partidos

para borrar toda huellas

de la ignorancia falaz

que ya estaba consumiendo

los pueblos que libertó

incluyendo nuestra tierra.

Bolívar, siempre Bolívar,

¡Bolivarianos recuerdos..!



Estamos observando en todo momento de la vivencia actual, un desbarajuste constante en las personas de seudo transformadores que se han encontrado pataleando en el vacío; cla­ro, nunca pensaron que sus desvarios peca­minosos y abstractos para con los núcleos sociales les iban a dar la oportunidad de sen­tirse tan vacíos, al tener que pensar que un colectivo los tiene acorralados.

Esto deja entrever que jamás se pre­ocuparon en pensar quién o quiénes se­rían los destinados para acompañarles en una nueva ruta, donde el gran ganador sería precisamente una colectividad que espera ansiosa.

Desmedran unos de otros

se preguntan por sus posibles errores

tratan en vano la búsqueda de convivencias

les alerta solo pensar donde

pasaran su aislamiento

los fondos logrados malsanamente

los absorberán sus asesores

les preocupa sobre manera
que será del futuro de tu familia:
¿Ahora?
                                                                                                                                                                          
                                                                             

sábado, 10 de enero de 2015

EL CAPITAN VENENO
foto de Alfredo Pacheco Miranda
Al final de la década de los años veinte arri­ba a Turmero, procedente Villa de Cura, el Coronel Gregorio Vegas, que viene a ejercer las funciones de jefe civil en el entonces distrito Mariño. Este singular e importante ciudadano,  una vez radicado en nuestro pueblo, combina sus funciones político-administrativas con sus inquietudes culturales, instalando una imprenta de su propie­dad en la Casa de la Gallera, donde edita el semanario El Parénte­sis. En sus páginas ver­ían sus ideas tres columnistas que se identi­ficaban como Amadís de Gaula, Casto Marín de la Oz y Capitán Ve­neno, seudónimos adoptados por Gregorio Ve­gas, editor; Candelario Matos, poeta y educa­dor victoriano residen­ciado en Villa de Cura y Alfredo Pacheco Mi­randa, intelectual turmereño, autor de una abundante producción literaria escrita en pro­sa y dueño de una extraordinaria fuerza expresiva, que le consagra como orador.

Alfredo Pacheco Mi­randa también fue em­presario del cinematógrafo, fundando en un anexo de su vivienda, en 1914, el cine-teatro El Libertador, rebauti­zado luego como cine Capítol. Ese mismo año se inicia el alumbrado eléctrico del Parque Mariño, luego la Casa de los Nueve Pilares (sede de los poderes públicos municipales), servicios cubiertos con la misma planta que suministraba el fluido a la sala de proyecciones. Su obra novelística se circunscribe a dos pu­blicaciones: El escarabajo de esmeralda (1934) y El triunfo de Silvano (1935). De la primera de sus novelas reproduzco un diálogo de Ermélida y Mario, dos de sus personajes: «Rumor de besos, cáli­das promesas de un amor hondamente sentido, raudos presenti­mientos de caricias uniéronse a los ardien­tes estremecimientos de la estancia. Detúvose la pareja bajo la umbría de un esbelto almendro. Mario de su bolsillo sacó un estuche diminu­to, endrino cual un pe­dazo de azabache y díjole: Toma, querida mía, llévalo siempre prendi­do en tu corpino». Pa­checo Miranda era sa­bio en el manejo de la palabra; el 7 de diciem­bre de 1918, en nombre de las autoridades del distrito Mariño, pro­nuncia una bella apolo­gía ante la tumba del coronel Alí Gómez y el 9 de diciembre de 1924, para conmemorar el centenario de la batalla de Ayacucho. Se desveliza un nuevo busto de El Libertador de Orien­te en la plaza Mariño, y el discurso de orden es encomendado al tribuno turmereño.

Como diputado al Congreso Nacional propone la confisca­ción a favor de la na­ción de todos los bie­nes que estuviesen a nombre del general Juan Vicente Gómez o de personas interpues­tas, de cualquier natu­raleza que sean, mue­bles, inmuebles, semo­vientes, corporales o incorporales, dentro del territorio nacional o fuera de él. Acuerdo confiscatorio aproba­do por el Parlamento Nacional el 19 de agosto de 1936.

Alfredo Pacheco Miranda era natural de Turmero, nace el 9 de julio de 1888, hijo de José Pacheco Lugo y la sansebastianera Marta Miranda Cabeza de Vaca, sobrina nieta del Precursor Francisco de Miranda. Contrae nup­cias con Teresa Lugo, de cuya unión nacen sus hijos Alfredito, José, Dilia, Elvia, Mary, Yo­landa      (fallecidos), An­drés, Alais y Teresita (sobrevivientes). Su de­ceso se produce el 21 de enero de 1940. En su honor la Asamblea Legislativa regional esco­ge su nombre como epónimo de una parroquia foránea del muni­cipio Santiago Mari­ño, decisión que se publica en la Gaceta Oficial del estado Aragua (extraordinaria) N° 627, correspon­diente al 16 de diciem­bre de 1997; ámbito territorial donde con­vive una población es­timada en 32 mil habi­tantes, esparcidos en 22 comunidades, su capital es San Joaquín.

Reimprimir su obra para darla a conocer a las generaciones del presente y del futuro, sería el mejor homena­je al prosista, que te­nía el don de encanta­miento de las palabras en su obra escrita o hablada.

miércoles, 7 de enero de 2015

POETA DE TRASCENDENCIA
Turmero es un pue­blo con el privilegio de tener hijos cultores del pensamiento. Uno de eses prodigios de la creatividad literaria es el poeta José Rafael Pérez Ramos, nacido en nuestra ciudad el 6 de octubre de 1924, hijo de los esposos Benito Pérez Blanco y Lourdes Ramos, es creador de una obra imperecedera que no acepta olvidos.

En Turmero escri­bió la inspiración de su lírica, una poesía pura y verdadera, libre e intimista, en una época dominada por el costumbrismo, el soneto y la rima; la venezolanidad estuvo presente en sus textos y al Píntame Angeli­tos Negros de Andrés Eloy Blanco, respon­de con la extraordina­ria creación Los Ángeles de mi Pueblo: «Voy a hacerla de pintor/para sembrar tu contento /pintando una Virgen blanca / con siete angelitos negros / nacidos, como tú quieres, / de Morón a Barloven­to». Pérez Ramos fue un adelantado a su tiempo, dueño del don de la poesía, a la cual daba títulos sugesti­vos como ¡Salve, Ca­pitana!, llamando así a una desconocida dama a la perennidad en su poema:«¡Salve, Capitana.'/El dios de los vientos / me llevó hasta tu azul, / la risa loca de las olas / se metió entre tus rizos/ y el náufrago halló norte /en el Ave Ma­rina de tus ojos». En su obra cargada de neologismos, presagia nostalgia y alejamien­to: «Presiento que el destino / y mi suerte de ti me han aparta­do / que lo negro de mi adverso sino / de nuestro amor lo blan­co haya manchado».

En 1958, cuando se instaura el régimen democrático, José Pé­rez Ramos se incorpo­ra a la lucha cívica y en representación de URD, partido del que fue miembro funda­dor, integra el Conce­jo Municipal del Dis­trito Mariño. En di­ciembre de esc año es electo diputado a la Asamblea Legislativa del estado Aragua, siendo en ella jefe de la mayoritaria frac­ción amarilla. El bar­do, en la búsqueda del perfecto mundo de la poesía, se acercaba con frecuencia al he­donismo más puro, cosa muy común en­tre los poetas de en­tonces: en un fin de semana baja acompa­ñado de varios amigos al litoral aragüeño, allí enferma repentina­mente y al no podér­sele suministrar trata­miento médico, su sa­lud se agrava. Es con­ducido a una clínica privada en Maracay, donde su estro se extingue el 24 de agosto de 1959, a las pocas horas de su ingreso Su tránsito a la morada eterna fue multitidinario, lo más granado de la sociedad regional se hizo presente en el adiós lastimero. Su nombre es epónimo del estadium de béisbol de Turmero y de una calle de la urbanización El Piñonal de Maracay.

El 4 de septiembre de 1960, un comité integrado por el doctor Luis Torrealba Narváez, doctor Alfredo Lozano Villegas,  Augusto Trujillo Ledezma, Balbino Blanco Sánchez, Erasmo Trujillo Ledezma y Rafael Michelena Plasencia, organiza un homenaje al desaparecido poeta, publicando parte de su obra en un lujoso folleto impreso en los talleres de la Imprenta Nacional. Además, develizan su retrato en el salón de sesiones del Concejo Municipal, efigie que años después es descolgada y de desaparecida por manos sacrílegas.

      Pérez Ramos, hombre y poeta, con su obra derriba las barreras del  tiempo para alcanzar la inmortalidad.

“Midiendo distancias/yo rezo a tus cenizas”.

EN DUELO LA PALABRA Y EL COLOR
Hace un año nos dejó Hugo Cipriano Rangel Ro­dríguez, ligero de equipaje como quería el también poeta Antonio Machado. Fue el domingo 26 de mayo de 1996, en horas de la ma­drugada, cuando el lento doblar de la campana del tiempo nos da la ingrata no­ticia; para recordarle tal vez tengamos para él una ora­ción o con una elegía, re­novemos nuestro pesar a Maruja (esposa), a Hugui-toya Prisca: «Quiero arre­bujar en el puerto escondi­do y recoger las gotas que se llevó el silencio». Hugo se fue y en cada uno de sus amigos de ideales y utopías, queda un poco del poeta y prosista de conciencia literaria en el oficio narrativo, que nos enseñó en su forma y estilo que «desde allá donde nace la leyenda, se hizo danzando la palabra, hecha de saber y de cons­tancia, para buscar donde nace la lengua».

El artista nació en Maturín, el primero de abril de 1944,en el hogar de los esposos Laureano Rangel y Prisca Rodríguez. En 1962, siguiendo las huellas de su primo, el maestro y perio­dista Félix Mijares Rangel, se radica en Turmero, con­virtiéndose entonces en hijo adoptivo de nuestra ciudad, a la que cantó: «Te imaginé en sueños de la infancia, / te creciste monumental en tus ancestros, /tus valles son hijos / bajados lenta­mente» y en la villa de su imaginación y sueños, se hace profesional del dibu­jo arquitectónico, para pro­curarse como Dios manda, el pan nuestro de cada día. Junto a otros literatos fun­da la Asociación de Escri­tores del Municipio Mari-ño, siendo corredactor de la Revista Cultural Semillas. Otras apoyaturas de su ins­piración fueron la vida real, la incertidumbre y la mu­jer: «Te vi pasar por el por­tal/un tanto consternada; / en tu mirada escudriñé / la pena que te embarga, /ima­giné un mundo de locuras, / que ibas a derramar en gotas de silencio».

En su personalidad po­lifacética, dominaba la imagen y en los trazos y colores de su pincel, cap­taba con maestría y divi­nizaba los motivos de su vehemente pasión. Con sus excelentes trabajos ha­bía ganado el Premio Mu­nicipal de Pintura al Aire Libre, en las Ferias de Candelaria en La Victoria. Ya en la frontera de la muerte, concurre a una ex­posición de pintores y ar­tesanos del municipio Mariño, sorprendiendo con su obra «Cuando el color se va». Buscando nuevas for­mas de trabajo, abandona lo convencional en la téc­nica pictórica; bocetea el lienzo y, en uno de sus ex­tremos, coloca la escultu­ra natural de un batracio disecado, sobre la blanca superficie deja caer una gota púrpura, magnifican­do el supremo momento: el paso de la vida a la muerte.

Hugo era diestro en el manejo de la ironía. De pesadas y torturantes opi­niones para mortificar, in­genioso para las travesu­ras, capaz de desequilibrar al más ponderado de sus  interlocutores, con sus demoledores conceptos: «Seudo transformadores se han encontrado pata­leando en el vacío; claro, nunca pensaron que sus desvarios pecaminosos y abstractos para con los nú­cleos sociales les iban a dar la oportunidad de sen­tirse tan vacíos, al pensar que un colectivo los tiene acorralados». En sus pos­treros momentos se dirige a su entrañable amigo Molinete, compañero de farras, para indicarle un mandato: «Pinta, Borges, pinta lo que has aprendi­do de mí».

Para trascender más allá de su tiempo, el artis­ta de las letras y el pincel, se marcha esa mañana por la senda de Fray Luis de León, donde transitan los pocos sabios que por el mundo han sido.

martes, 6 de enero de 2015

LA FACTORIA

En el folleto "El Pueblo de Doctrina de Turmero", editado en 1979, nos dice su autor Oldman Botello en la página nueve, que dos instituciones jerarquizaron a Turmero: el Corregirato de los Valles de Aragua y la sede administrativa de la Renta del Tabaco. Profundizando el tema, guardando el orden de referencia empleado por el autor de la obra, diremos que Corregidor era un funcionario nombrado por el Rey, para que representara la autoridad real en aquellos territorios que lo pidiesen o cuya situación hiciese conveniente su envío. En cuanto a la Administración de la Renta del Tabaco, se hace realidad a partir de 1779, cuando la Corona se reservó el cultivo, mercadeo y explotación de las famosas hojas, que sirven para elaborar cigarrillos y puros, para ser mascadas, para fabricar la pasta del chimó y el polvo del rapé. El monopolio español sobre la actividad económica que genera la planta herbácea, originaria de la América tropical, recibió el nombre de Estanco. Desde Turmero se controlaba los sembradíos de sus inmediaciones, extendidos los cultivos hasta Guaruto, con un personal para sus operaciones que contaba con un administrador, un oficial, un subdelegado de los Valles de Aragua, encargado de los asuntos judiciales, un guardalmacén, un veedor de tabacos que supervisaba millones de plantas que producían las variedades curanegra, para el consumo interno y el curaseca destinado a la exportación. Esa actividad económica convirtió a Turmero en importante urbe de los Valles de Aragua.

La Renta del Tabaco funcionó hasta su extinción, en un edificio de amplio terreno llamado La Factoría, con una fachada de cinco entradas por la calle Candelaria (hoy calle Bolívar), otro acceso era por la actual calle Sucre. Además, tenía un pasadizo que le daba comunicación con la calle Petión, pasaje que lindaba con dos inmuebles propiedad de León Rodríguez Espis; cuando estas viviendas fueron demolidas, el callejón fue convertido en garaje de la nueva construcción.

II

En el año 1854, ejercía la Presidencia de la República el General José Gregorio Monagas, a quien corresponde poner el ejecútese al Decreto № 922 de fecha 20 de mayo del citado año, que copiamos del Tomo III de una Recopilación de Leyes y Decretos, ordenada por el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco en el año 1874. Su inserción en este ensayo se hace respetando la ortografía original:

"El Senado y C. R. de Venezuela, reunidos en Congreso, decretan:

Art. Io Se da en dominio y propiedad al municipio de la ciudad Turmero, el edificio denominado Factoría de la extinguida renta del tabaco.

Art. 2o Cuando el gobierno de la nación deba servirse de una parte de dicho local, será sin ninguna compensación.

Dado en Caracas a 15 de mayo de 1854.

Año 25 de la ley y 44 de la Independencia. El P. de S. Pedro Portero. El P. de la C. de R. Lisandro Ruedas. El S. del S. J. A. Pérez. El S. de la C. de R. J. Padilla.

Caracas Mayo 20 de 1854. Año 25 de la ley y 44 de la Independencia. Ejecútese J. G. Monagas. Por S. E. El S. de E. en los DD. del Interior, Justicia y R.E. Simón Planas".

III

A principios del año 1886, La Factoría estaba en deplorables condiciones, estando a punto de derrumbarse, por lo que interviene el Consejo de Administración del Estado Guzmán Blanco, con la Resolución № 258 el 7 de enero de ese año, ordenando erogaciones de mil seiscientos bolívares mensuales para su reparación. La obra estaba a cargo de la Junta de Fomento, compuesta por los ciudadanos Leandro Blanco, Baldomero Guzmán y Francisco A. Rui, Presidente, Secretario y Tesorero respectivamente. Muy poco duró la ilusión reparadora, cuando se habían erogados montos por seis mil cuatrocientos bolívares, para las refacciones del mercado y la plaza, por Decreto № 287 del 6 de mayo de 1886, las obras quedan suspendidas hasta nueva orden (Boletín Apuntes Estadísticos Estado Guzmán Blanco. 1886).

El 5 de enero de 1922, el señor Cirilo Cróquer Barreto, en correspondencia dirigida al General Juan Vicente Gómez, solicita la conclusión de las obras emprendidas en La Factoría, reforzando su petición con el argumento político que "Turmero es un pueblo que no ha dado una nota discordante desde que se inició la causa de la Rehabilitación". (Revista Candelaria № 149, octubre 2009, página № 4). En esa segunda década del siglo XX, el alarife turmereño Martín Hurtado, residenciado en la calle El Tranvía (actual Villacastin), restaura la fachada del edificio dándole excesiva ornamentación, sobresaliendo diecisiete estrellas de David, símbolo que se logra sobreponiendo dos triángulos equiláteros. El patio central de la edificación conserva sus columnas coloniales, que sustentan una armadura de hierro y una techumbre de asbesto.

IV

La Factoría siempre ha sido un espacio para los pequeños comerciantes, de ahí los diferentes nombres que ha tenido: Factoría del Mercado, Mercado de La Factoría, Mercado de Turmero y Mercado Campesino. Allí funcionó el Bar Aragua de Víctor Vargas, la pulpería de Euclides Flores y varias carnicerías que el público llamaba pesas, entre ellas las de Mariano Guzmán, Domingo Martínez, Juan José Pantoja "Cabecita", Pedro Morgado y los guatireños Argimiro Lander y César Salas Lander.

Cuando cesa la actividad mercantil su espacio pasa a ser cancha de voleibol y pista para los bailes de gala en las fiestas de Candelaria. Al momento de hacer ésta publicación (año 2011), el Mercado Campesino está divido en numerosos cubículos, surtideros de despensas de compradores minoritarios de la ciudad y sus alrededores.

V

Este trabajo que aborda un trozo de la historia de la ciudad, está elaborado con lo aprendido en investigaciones por la lectura y la oralidad contenida en alusiones a experiencias vividas. Lo cierro recordando que en nuestra nomenclatura, el cruce de las calles Bolívar y Petión, se llama esquina de La Factoría.