martes, 6 de enero de 2015



DE MENE A ESTIERCOL DEL DIABLO
El petróleo, ese com­pañero de viaje de la economía venezolana, poderoso nutriente del tesoro nacional, despier­ta la atención desde los primeros años de la con­quista; los españoles tu­vieron conocimiento de un "jugo de la tierra" de propiedades terapéuti­cas, que servía de com­bustible para iluminar las noches y para calafatear las maderas de las pequeñas naves acuáti­cas de los autóctonos; era el mene, como lo bautizaron nuestros abo­rígenes.

En los remotos años del siglo XIX, los hidro­carburos acaparan la cu­riosidad de nacionales y extranjeros. En efecto, la primera concesión para explotar asfalto natural se dio al subdito inglés D.B. Hellyer, en 1854, y la inicial adjudicación petrolera, en 1865, al gringo Camilo Ferrand. La Alquitrana, campo del estado Táchira, arranca su actividad el 3 de septiembre de1878, fecha que se considera el comienzo de la industria de los hidrocarburos en Venezuela. Al 31 de di­ciembre de 1920 estaban documentados 1.312 contratos de concesio­nes para la explotación y desarrollo de campos petrolíferos; era una cla­ra manifestación de co­dicia, de aspirantes a obtener fáciles dólares con el llamado oro ne­gro; el más conspicuo buscador de fortuna, por esa vía, fue Max Valla­dares, quien recibe la concesión más grande otorgada por el Estado venezolano el 2 de ene­ro de 1912. y el día 4 de ese mismo mes y año la transfiere a la Caribbean Petroleum.

También en Turmero

En documento regis­trado en la Oficina Sub­alterna de Registro del Distrito Mariño del es­tado Aragua, bajo el № 28, en fecha 20 de mayo de 1921, los hermanos Bernardo A. y Roberto A. Guzmán Blanco de­claran su "voluntad de obtener permiso para la exploración de hidrocar­buros, carbón y sustan­cias combustibles aná­logas en la zona que en comunidad les pertene­ce, conocida con el nombre de Guayabita, con una extensión aproximada de 9.515 hectáreas". Los dere­chos de propiedad les fueron adjudicados a los citados propietarios, en la partición de bienes del general Antonio Guzmán Blanco. El do­cumento que vengo con­siderando en mis comentarios tiene una va­liosa información; la ha­cienda Guayabita estaba disgregada entre varios propietarios y el Ilustre Americano la adquiere por sucesivas compras a los diversos dueños: Modesto Urbaneja, Concepción Soublette, viuda Santamaría; Ju­lián, Manuel, Lastenia, Soledad e Isabel Santa­maría; Cecilia Santama­ría de Sagarzasu y Con­cepción Santamaría de Borges; Isabel Antonia Blanco viuda de Narvarte; Eduardo Ortiz; Ale­jandro Blanco Uribe, Domingo Blanco Uribe, Antonio Carranza, Antero Pérez Arana: Eduardo Blanco y Con­cepción Bustamante. Los datos de registro de las diferentes operacio­nes los omito para no atiborrarlos de fastidio­sos números y abundan­tes fechas. Visto a través del tiempo, lo importan­te de todas estas cosas es la ausencia, en el área, de exploración de "hi­drocarburos, carbón o sustancias combustibles análogas", como desea­ban los hermanos Guz­mán. Por eso, hoy contemplamos en Guayabi­ta la siembra de sus fér­tiles suelos, la intensi­dad de su cielo azul, sentimos la caricia de su brisa tropical y podemos refrescarnos en las frías aguas de sus balnearios.

Notas finales

El Rey Petróleo, el excremento del diablo, como dijera el gran venezolano, Juan Pablo Pérez Alfonzo (1903-1979), ha sido en Vene­zuela sustento del pre­supuesto nacional, pero la volatilidad de sus precios en el mer­cado internacional per­turba el ejercicio fiscal previsto en el presu­puesto del año 2002, causando preocupa­ción en los círculos económicos del país por lo sombrío de las expectativas.
El anterior trabajo es una porción de las raí­ces históricas de nuestro lugar de origen y de nuestra residencia. La búsqueda de identidad dura toda la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario