lunes, 22 de diciembre de 2014


DE LA EPOPEYA A LA CONMEMORACION


Cuando crucé el umbral de la educación primaría, los maestros enseñaban Historia de Veneuela cumpliendo el pensum   
laborado por el entonces Ministerio de Educación Nacional (MEN), plan de estudios dónde las fechas patrias  eran motivo para exaltar a venezolanidad, en actos que magnificaban hazañas y glorias de las generaciones antecesoras, comentario que hago ñuscando pie para referirme al 24 de junio de 1821 y su atingencia con la ciu­dad de nuestra querencia. 
En la citada fecha se libra la Batalla  
de C arabobo, bajo la dirección suprema del Libertador Simón Bolívar, contien­da que decide, después de once años de guerra, la Independencia de Vene­zuela. En ese encuentro participa el mayor caudal de soldados, 6.500 por los patriotas y 4.279 efec­tivos del ejército español, conducidos por su comandante, el Mariscal de Campo don Miguel de la Torre. Héroe indiscutible de la contienda bélica fue el gene ral Páez, ascendi­do por el Libertador en pleno campo de batalla a capitán general; el gene­ral Santiago Mariño fue el jefe del Estado Mayor General y el coronel Francisco de Paula Al­cántara era ayudante ge­neral de la Segunda Di­visión. En las bravuras de las hostilidades estuvie­ron presentes cuatro turmereños: José Palma, se­gundo comandante de Caballería, que a las ór­denes de Rondón se cu­bre de gloria, en las ar­dorosas cargas del Regi­miento de Caballería del Alto Llano; Andrés Pé­rez, subteniente del Bata­llón Anzoátegui, por su actuación en el magno encuentro el Congreso le otorga el 7 de abril de 1823 el escudo y ese mis­mo año es elevado al gra­do de teniente. Los otros hijos de nuestro terruño participantes en la lid carabobeña fueron los te­nientes Luis Urra y José Montezuma. En el lado venezolano hay que la­mentar la muerte de los valerosos Ambrosio Pla­za y Manuel Cedeño, a quienes el Libertador as­ciende en homenaje póstumo; el capitán Julián Mellado, acosando la re­tirada del Batallón Valencey, grita al general Páez: «¡Compadre, delante de mí la cabeza de mi caba­llo!», picó espuelas y se precipita contra las filas enemigas, quedando su corcel clavado de bayo­netas y él traspasado por siete disparos; este héroe guariqueño es epónimo de una calle del sector Pueblo Nuevo, donde su memoria es ofendida en la nomenclatura munici­pal que erróneamente le identifica con el apellido Mellao. Después de Carabobo, el Libertador marcha a Caracas y en­carga al coronel Francis­co de Paula Alcántara de la Comandancia General de los Valles de Aragua, autorizado para organizar el gobierno de la región, teniendo a su orden el Batallón Carabobo. La zona bajo su jurisdicción era muy amplia y a pos­terioridad se le reduce a Maracay, La Villa, Güigüe, Santa Cruz, Magdaleno, San Juan de los Morros y Parapara. Cum­ple con celeridad las fun­ciones que se le habían ordenado, en especial el restablecimiento del or­den, la pacificación del territorio a su mando y el apresamiento de los ene­migos dispersos. Prime­ro se establece en Mara­cay y el 9 de agosto de 1821 radica la Coman­dancia a su cargo en Turmero, pueblo donde es encumbrado a general de Brigada y donde nace su descendencia natural: Francisco Linares Alcán­tara, Presidente Constitu­cional de Venezuela, muere en el ejercicio de su cargo y José Gregorio Valera, encargado de la Presidencia al fallecer su hermano paterno. Lina­res Alcántara era casado con Belén Esteves, con quien procrea seis hijos: Belén, Trina, Teresa, Lui­sa, Vicenta y Francisco (Panchito); también era padre de cuatro hijos con­cebidos fuera del matrimonio: Francisco Navas, Francisco Manamá. Ra­món Dorta, jefe civil de Turmero en el gobierno del general López Contreras, y José Ángel Rodríguez, cuyos descendientes habitan en gran número en el regazo de esta tierra de amplia generosidad, entre ellos tres rasgueadores de cuartillas que publican sus artículos en la revista Candelaria: Melba Rodriguez  de Taborda, Efrén Rodriguez y Francisco José  Rodríguez (el autor de estas notas).
En nuestro ajado sistema educativo, la enseñanza de la historia  recibe un tratamiento marginal o de poca importancia. De las fechas  patrias sólo quedan flores en el pedestal  de  una estatua, el escape a la playa o la ida a una montaña y un seguro recoger de latas y botellas vacías, en todos los  sitios de diversión.
Trascendentes son las conmemoraciones los días lunes o viernes, porque sirven para construir puentes, para que se desplace la haraganería del largo parrandón,
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario