DE LA EPOPEYA A LA CONMEMORACION
Cuando crucé el umbral de la educación primaría, los
maestros enseñaban Historia de Veneuela cumpliendo el pensum
laborado por el entonces Ministerio de
Educación Nacional (MEN), plan de estudios dónde las fechas patrias eran motivo para exaltar a venezolanidad, en
actos que magnificaban hazañas y glorias de las generaciones antecesoras,
comentario que hago ñuscando pie para referirme al 24 de junio de 1821 y su
atingencia con la ciudad de nuestra querencia.
En la citada fecha se libra la Batalla
de C arabobo, bajo la
dirección suprema del Libertador Simón Bolívar, contienda que decide, después
de once años de guerra, la Independencia de Venezuela. En ese encuentro
participa el mayor caudal de soldados, 6.500 por los patriotas y 4.279 efectivos
del ejército español, conducidos por su comandante, el Mariscal de Campo don
Miguel de la Torre. Héroe indiscutible de la contienda bélica fue el gene ral Páez,
ascendido por el Libertador en pleno campo de batalla a capitán general; el
general Santiago Mariño fue el jefe del Estado Mayor General y el coronel
Francisco de Paula Alcántara era ayudante general de la Segunda División. En
las bravuras de las hostilidades estuvieron presentes cuatro turmereños: José
Palma, segundo comandante de Caballería, que a las órdenes de Rondón se cubre
de gloria, en las ardorosas cargas del Regimiento de Caballería del Alto
Llano; Andrés Pérez, subteniente del Batallón Anzoátegui, por su actuación en
el magno encuentro el Congreso le otorga el 7 de abril de 1823 el escudo y ese
mismo año es elevado al grado de teniente. Los otros hijos de nuestro terruño
participantes en la lid carabobeña fueron los tenientes Luis Urra y José
Montezuma. En el lado venezolano hay que lamentar la muerte de los valerosos
Ambrosio Plaza y Manuel Cedeño, a quienes el Libertador asciende en homenaje
póstumo; el capitán Julián Mellado, acosando la retirada del Batallón
Valencey, grita al general Páez: «¡Compadre, delante de mí la cabeza de mi caballo!»,
picó espuelas y se precipita contra las filas enemigas, quedando su corcel
clavado de bayonetas y él traspasado por siete disparos; este héroe guariqueño
es epónimo de una calle del sector Pueblo Nuevo, donde su memoria es ofendida
en la nomenclatura municipal que erróneamente le identifica con el apellido
Mellao. Después de Carabobo, el Libertador marcha a Caracas y encarga al coronel
Francisco de Paula Alcántara de la Comandancia General de los Valles de
Aragua, autorizado para organizar el gobierno de la región, teniendo a su orden
el Batallón Carabobo. La zona bajo su jurisdicción era muy amplia y a posterioridad
se le reduce a Maracay, La Villa, Güigüe, Santa Cruz, Magdaleno, San Juan de
los Morros y Parapara. Cumple con celeridad las funciones que se le habían
ordenado, en especial el restablecimiento del orden, la pacificación del
territorio a su mando y el apresamiento de los enemigos dispersos. Primero se
establece en Maracay y el 9 de agosto de 1821 radica la Comandancia a su
cargo en Turmero, pueblo donde es encumbrado a general de Brigada y donde nace
su descendencia natural: Francisco Linares Alcántara, Presidente Constitucional
de Venezuela, muere en el ejercicio de su cargo y José Gregorio Valera,
encargado de la Presidencia al fallecer su hermano paterno. Linares Alcántara
era casado con Belén Esteves, con quien procrea seis hijos: Belén, Trina,
Teresa, Luisa, Vicenta y Francisco (Panchito); también era padre de cuatro
hijos concebidos fuera del matrimonio: Francisco Navas, Francisco Manamá. Ramón
Dorta, jefe civil de Turmero en el gobierno del general López Contreras, y José
Ángel Rodríguez, cuyos descendientes habitan en gran número en el regazo de
esta tierra de amplia generosidad, entre ellos tres rasgueadores de cuartillas
que publican sus artículos en la revista Candelaria: Melba Rodriguez de Taborda, Efrén Rodriguez y Francisco
José Rodríguez (el autor de estas
notas).
En nuestro ajado sistema educativo, la enseñanza de
la historia recibe un tratamiento
marginal o de poca importancia. De las fechas
patrias sólo quedan flores en el pedestal de una
estatua, el escape a la playa o la ida a una montaña y un seguro recoger de
latas y botellas vacías, en todos los
sitios de diversión.
Trascendentes son las conmemoraciones los días lunes
o viernes, porque sirven para construir puentes, para que se desplace la
haraganería del largo parrandón,
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