viernes, 26 de diciembre de 2014

SAN SIMON DE LA ALAMEDA



El centro de la actividad turmereña es su plaza, lla­mada La Alameda en épo­cas anteriores, es de bosque misterioso y encantador, en ella se rinde homenaje al héroe margariteño Santiago Mariño. Muy concurrida desde tempranas horas de la mañana, cuando sus insta­laciones en el ejercicio del diario vivir son centro de múltiples conversaciones, con su temática sobre el acontecer local y los últi­mos sucesos del país. En fin nunca falta el rodar de ilu­siones, que permiten man­tener esperanzas de un ma­ñana mejor, así es el acon­tecer diario y el transcurrir de los años.
Bajo el ramaje de la fronda, también hay tiem­po para la añoranza, se re­cuerda con nostalgia la pri­maria vegetación del lugar, sus apamates queriendo adornar el cielo en época de floración y los azahares que impregnaban el ambiente de perfume silvestre. Por ser cosa del pasado la gen­te no se deleita con la retre­ta dominical, tampoco dis­frutamos la variada musicalización, que a través del audio del Concejo Munici­pal, nos obsequiaba el sa­leroso José Macías Martí­nez, en las primeras horas de la noche los sábados y domingos. Como los tiem­pos pasan y dejan su hue­lla, encuentro reconditeces para este compendio, de aconteceres del corazón de nuestra querida ciudad; mu­chos de ellos acaecidos el día de San Simón, consa­grado en el santoral católi­co el 28 de octubre, fecha onomástica de nuestro Li­bertador, que en pretéritos años era conmemorado como fiesta patria.
* A son de cajas de gue­rra, se pregona en La Ala­meda de Turmero, la Real Provisión de Amparo dic­tada por la Audiencia de Santo Domingo, el 17 de noviembre de 1676, a fa­vor del capitán Pedro La­drón de Guevara y Marce­la Pática, dueños de la tie­rra de Tocopío. Doña Mar­cela se encontraba deteni­da en Caracas y es devuel­ta en libertad a Turmero.
El 19 de febrero de 1814, fuerzas republicanas al mando del teniente co­ronel Francisco Ponce de León, vencen a tropas de José Tomás Boves, que se habían hecho fuertes en La Alameda de Turmero.
A su paso por Turme­ro, Boves hace fusilar en La Alameda, el 14 de julio de 1814, a varios patriotas. Las mujeres son sacadas de su casa para ofenderlas.
En las actividades programadas para festejar el día de San Simón (28 de octubre de 1827), un im­previsto incidente desluce la celebración, suceso versionado en amplios deta­lles, por el sacerdote José Ramón de Guereta, en co­rrespondencia que se transcribe, dirigida a la su­perioridad eclesiástica.
«Señor Provisor y Vica­rio General.
Señor: El 28 del co­rriente, en las funciones y diversiones que se hicieron en este pueblo en obsequio del cumpleaños de SE. El Libertador, sucedió a la 2 de la tarde en la plaza en donde actualmente se ha­cía la corrida de toros, que un hombre ebrio le dio tan fuerte estocada al capitán Antonio Carvajal, vecino honrado de esta parroquia, que dejándolo en el sitio, apenas pude administrarle la penitencia y Santa Unción sub-conditione, sin embargo del peligro que me encontraba.
Aprehendieron al agre­sor y a la media hora, des­pués de haberlo vejado y cargado de oprobios, sin haber procedido las forma­lidades legales y sin darle tiempo para salir de la em­briaguez en que se halla­ba, para que recibiera los últimos auxilios de la Re­ligión, fue fusilado por la autoridad militar, ejecutan­do el violento castigo en al arrimo de la pared, que mira a la Plaza del cemen­terio bendito, contiguo a la Iglesia Parroquial a mi car­go sin que yo hubiera po­dido impedir estos hechos.
Lo comunico a V.S., para que se digne imponer su autoridad y respeto para con los civiles y militares, a fin de contener en lo sucesivo males tan execra­bles y de tanta trascenden­cia que han dejado escan­dalizado a todo el pueblo y demás circunvecinos. Dios nuestro Señor guar­de la importante vida de V.S.I., en Turmero octubre 30 de 1827. Señor José Ramón Guereta».
Aclaro a los lectores que el cementerio mencio­nado en la epístola, ocupa­ba el espacio donde hoy se levanta la Casa Parroquial.
* A pesar de tener un salvoconducto firmado por el general Páez, es detenido Ramón Hernández, sol­dado turmereño de la Fede­ración, por órdenes del co­mandante (conservador) Adolfo Antonio Olivo, te­nebroso personaje que ha­bía llevado terror y muerte a los pueblos de San Ma­teo, Cagua, Turmero y Maracay. El chingo Olivo, como se conocía al susodi­cho personaje, ordena el 10 de julio de 1861 fusilar al detenido en la Plaza; a la madre que ruega clemencia por su hijo, se le propinan cincuenta latigazos.
* En presencia del ge­neral Manuel Modesto Ga­llegos, prefecto del Depar­tamento, Galo Guerra, sol­dado de Zamora en Santa Inés, planta en 1879, entre la Plaza y el mercado, una hilera de cotoprices, tras­plantados desde la hacien­da El Níspero, sobreviviendo tan sólo uno que resplandece su bella copa por muchos años.
A Manuel Modesto Ga­llegos se debe la construc­ción de la Plaza, que por siempre embellece a Turmero, dotándola de una glorieta, bancos, etc.
* El día 28 de octubre de 1889, cumpliendo un programa previamente ela­borado, el Concejo Muni­cipal integrado por Félix Osío (presidente), Julio Antonio Rodríguez (procura­dor), Francisco de Paula Valero (vicepresidente) y los concejales Eduardo Rodríguez Palma, Felipe Franco, Miguel Pérez y el secre­tario Luis F. Osío, se traslada al templo para asistir a un solemne Tedeum. Concluido el oficio religioso, las autoridades se reúnen en  torno a la glorieta de la plaza desvelízando un busto bronce del general Santiago Mariño, acto donde el ciudadano Jesús María Martínez pronuncia el discurso de orden.
Luego la Cámara se reconstituye en el salón de sesiones y son descubiertos: cuadro de la firma del Acta de la Independencia y los retratos de los generales José Antonio Páez, Francisco Linares Alcántara y el doctor Juan R Rojas Paúl. Desde la tribuna de honor se oyen discursos del presbítero Francisco J. Arato y Federico C. Velásquez. Estos hechos contaron la presencia de los empleados públicos; de las escuelas municipales, federales y la nocturna. También una representación de juntas comunales de los municipios foráneos. La Orquesta Cívica dirigida por Baldomero Guzmán, estuvo presente armonizando la programación.
* “…Un día de 1899 iniciaba yo la costumbre de recrearme por todas las tar­des en los bancos de cal y ladríllos, que existían en la Plaza Mariño de Turmero, alrededor de una glorieta  que le servía de pedestal al  busto en bronce del héroe invasor de Chacachacare, conocí a dos jóvenes se acababan de resi­denciar en mi pueblo: Ra­món Francisco Bastida y Carlos Adolfo Bastida, pa­rientes cercanos del doctor Adolfo Frydensberg ...”. Andrés Pacheco Miranda (Turmero, tierra mía).
28 de octubre de 1905. Inauguración de la Plaza Mariño y entrega de la obra por la Junta de Fomento al Concejo Municipal, al acto concurren las juntas comu­nales de los municipios Cagua y Santa Cruz; las es­cuelas nacionales, del esta­do, municipales y particu­lares; los jefes civiles de los municipios foráneos y el venerable párroco de la fe­ligresía, presbítero Rafael Peñalver, llevando la pala­bra de orden el poeta Ra­món F. Bastida. La recep­ción oficial es en el salón municipal, donde es colo­cado en lugar preferente el retrato del general Cipria­no Castro, como prueba de la adhesión política que los habitantes del distrito Ma­riño tributan al Restaurador de Venezuela. Para la fecha el presidente del Concejo Municipal era Ramón Heredia y el secretario R. A. López.
El 9 de diciembre de 1924, por resolución de la Jefatura Civil del distrito, en la Plaza de Turmero se inaugura un busto del ge­neral Mariño, para conme­morar el centenario de la batalla de Ayacucho. El pa­negírico estuvo a cargo de Alfredo Pacheco Miranda, de su hermoso discurso se reproduce este párrafo:
«Señores, la autoridad civil de Turmero, al orde­nar la  colocación del nue­vo busto del general San­tiago Mariño, en esta plaza bautizada ya con el nombre del paladín margariteño, exalta de modo laudable su devoción por los patricios que lucharon estoicamente por el triunfo de la doctrina republicana. Nada más jus­to que rendir este homena­je, en el día de hoy, al ga­llardo vencedor en Bocachica; porque glorificar lo que es digno de posteridad es siempre honroso, según la feliz expresión de Fermín Toro.
* En octubre de 1926 hay un curioso intercambio de oficios entre los poderes públicos del distrito Mariño. El día 6 el Concejo co­munica a la jefatura civil que por culpa de una repre­sa, construida en la esqui­na nordeste de la Plaza Ma­riño, El Rebote fue inunda­do. Al día siguiente el jefe civil Pedro A. Rugeles, contesta que la represa fue hecha para proteger la ca­rretera nacional macanizada y que había ordenado lo siguiente: una parte del agua vaciaría por la calle Flor de Mayo, hacia la ace­quia y el río, la otra porción drenaría a partir de la esqui­na de la plaza, por la calle Bolívar hacia el este.
En el gobierno del ge­neral Marcos Pérez Jimé­nez, la Plaza Mariño recibe como regalo del teniente coronel Guillermo Pacanins, gobernador del Distri­to Federal, en sus años ju­veniles visitante del lugar, un moderno sistema de pos­tes con alindados globos de vidrios, que desparramaban en las noches hermosa luz. La administración munici­pal de Nicolás González le hace el piso de granito y el admirado monolito, o sea la glorieta pedestal del busto de Mariño, es reemplazado por una infuncional fuente luminosa, hoy emplazada en el ángulo nordeste del patio de la escuela José Ra­fael Revenga.
El Concejo Municipal integrado por Pedro Reyes Rodríguez (presidente), Fe­derico de Gregorio, Andrés Gutiérrez, Luis Ignacio Acosta (síndico), Ismael Velásquez, Carlos Trujillo Córdova, Ciro Guzmán y el secretario Abdul Peláez Blanco; encargan al escul­tor Hugo Daini una estatua pedestre del general Santia­go Mariño, epónimo del municipio, a un costo de treinta y seis mil bolívares, desvelizada en presencia de numeroso público la noche del 31 de diciembre de 1960. Las inscripciones del pedestal son las mismas que estuvieron en el desapare­cido monolito, la placa que representa una danza indí­gena en torno al Samán de Güere, es obsequio del es­cultor Daini al pueblo de Turmero.
 En el mandato del al­calde Efrén Rodríguez, se instalan nuevos faroles (hoy reemplazados por otros de inferior calidad), se colocan locetas para proteger los jardines y se pone en funcionamiento una cascada, semejando un tepuy del macizo guayanés, que se encuentra en total abandono; en un la­teral del Palacio Municipal es colocado el busto del coronel Pedro Arévalo, máximo héroe turmereño de la Independencia, obra del artista R. Chastres. Es­tos trabajos fueron entre­gados al pueblo de Turme­ro el 27 de noviembre de 1990, día de la ciudad.
A las diez de la no­che del 21 de enero de 1994 caen las últimas ra­mas del «cotopriz del ge­neral Gallegos», como lo bautizara Joaquín Crespo; plantado en la calzada de la calle-Bolívar, frente a la Plaza Mariño.
Los que hemos dejado jirones de nuestra vida en este lugar de leyenda no olvidada, nos toca honda­mente y nos causa angus­tia ver su espacio tomado por el comercio informal, por eso deseamos que sea priorizada el área de nues­tra plaza, para el disfrute de los que diariamente la visitan para gozar de su atrayente frescor. Aquí se refleja realmente el diario vivir de la ciudad.

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