El centro de la actividad
turmereña es su plaza, llamada La Alameda en épocas anteriores, es de bosque
misterioso y encantador, en ella se rinde homenaje al héroe margariteño
Santiago Mariño. Muy concurrida desde tempranas horas de la mañana, cuando sus
instalaciones en el ejercicio del diario vivir son centro de múltiples
conversaciones, con su temática sobre el acontecer local y los últimos sucesos
del país. En fin nunca falta el rodar de ilusiones, que permiten mantener
esperanzas de un mañana mejor, así es el acontecer diario y el transcurrir de
los años.
Bajo el ramaje de la
fronda, también hay tiempo para la añoranza, se recuerda con nostalgia la primaria
vegetación del lugar, sus apamates queriendo adornar el cielo en época de
floración y los azahares que impregnaban el ambiente de perfume silvestre. Por
ser cosa del pasado la gente no se deleita con la retreta dominical, tampoco
disfrutamos la variada musicalización, que a través del audio del Concejo
Municipal, nos obsequiaba el saleroso José Macías Martínez, en las primeras
horas de la noche los sábados y domingos. Como los tiempos pasan y dejan su
huella, encuentro reconditeces para este compendio, de aconteceres del corazón
de nuestra querida ciudad; muchos de ellos acaecidos el día de San Simón,
consagrado en el santoral católico el 28 de octubre, fecha onomástica de
nuestro Libertador, que en pretéritos años era conmemorado como fiesta patria.
* A son de cajas de guerra,
se pregona en La Alameda de Turmero, la Real Provisión de Amparo dictada por
la Audiencia de Santo Domingo, el 17 de noviembre de 1676, a favor del capitán
Pedro Ladrón de Guevara y Marcela Pática, dueños de la tierra de Tocopío.
Doña Marcela se encontraba detenida en Caracas y es devuelta en libertad a
Turmero.
El 19 de febrero de 1814,
fuerzas republicanas al mando del teniente coronel Francisco Ponce de León,
vencen a tropas de José Tomás Boves, que se habían hecho fuertes en La Alameda
de Turmero.
A su paso por Turmero,
Boves hace fusilar en La Alameda, el 14 de julio de 1814, a varios patriotas.
Las mujeres son sacadas de su casa para ofenderlas.
En las actividades
programadas para festejar el día de San Simón (28 de octubre de 1827), un imprevisto
incidente desluce la celebración, suceso versionado en amplios detalles, por
el sacerdote José Ramón de Guereta, en correspondencia que se transcribe,
dirigida a la superioridad eclesiástica.
«Señor Provisor y Vicario
General.
Señor: El 28 del corriente,
en las funciones y diversiones que se hicieron en este pueblo en obsequio del
cumpleaños de SE. El Libertador, sucedió a la 2 de la tarde en la plaza en
donde actualmente se hacía la corrida de toros, que un hombre ebrio le dio tan
fuerte estocada al capitán Antonio Carvajal, vecino honrado de esta parroquia,
que dejándolo en el sitio, apenas pude administrarle la penitencia y Santa
Unción sub-conditione, sin embargo del peligro que me encontraba.
Aprehendieron al agresor
y a la media hora, después de haberlo vejado y cargado de oprobios, sin haber
procedido las formalidades legales y sin darle tiempo para salir de la embriaguez
en que se hallaba, para que recibiera los últimos auxilios de la Religión,
fue fusilado por la autoridad militar, ejecutando el violento castigo en al
arrimo de la pared, que mira a la Plaza del cementerio bendito, contiguo a la
Iglesia Parroquial a mi cargo sin que yo hubiera podido impedir estos hechos.
Lo comunico a V.S., para
que se digne imponer su autoridad y respeto para con los civiles y militares, a
fin de contener en lo sucesivo males tan execrables y de tanta trascendencia
que han dejado escandalizado a todo el pueblo y demás circunvecinos. Dios
nuestro Señor guarde la importante vida de V.S.I., en Turmero octubre 30 de
1827. Señor José Ramón Guereta».
Aclaro a los lectores que
el cementerio mencionado en la epístola, ocupaba el espacio donde hoy se
levanta la Casa Parroquial.
* A pesar de tener un
salvoconducto firmado por el general Páez, es detenido Ramón Hernández, soldado
turmereño de la Federación, por órdenes del comandante (conservador) Adolfo
Antonio Olivo, tenebroso personaje que había llevado terror y muerte a los pueblos de San Mateo, Cagua, Turmero y Maracay. El chingo Olivo, como se conocía al susodicho
personaje, ordena el 10 de julio de 1861 fusilar al detenido en la Plaza; a la
madre que ruega clemencia por su hijo, se le propinan cincuenta latigazos.
* En presencia del general
Manuel Modesto Gallegos, prefecto del Departamento, Galo Guerra, soldado de
Zamora en Santa Inés, planta en 1879, entre la Plaza y el mercado, una hilera
de cotoprices, trasplantados desde la hacienda El Níspero, sobreviviendo tan
sólo uno que resplandece su bella copa por muchos años.
A Manuel Modesto Gallegos
se debe la construcción de la Plaza, que por siempre embellece a Turmero,
dotándola de una glorieta, bancos, etc.
* El día 28 de octubre de
1889, cumpliendo un programa previamente elaborado, el Concejo Municipal
integrado por Félix Osío (presidente), Julio Antonio Rodríguez (procurador),
Francisco de Paula Valero (vicepresidente) y los concejales Eduardo
Rodríguez Palma, Felipe Franco, Miguel Pérez y el secretario Luis F. Osío, se
traslada al templo para asistir a un solemne Tedeum. Concluido el oficio
religioso, las autoridades se reúnen en torno a la glorieta de la plaza desvelízando un busto bronce
del general Santiago Mariño, acto donde el ciudadano Jesús María Martínez
pronuncia el discurso de orden.
Luego la Cámara se
reconstituye en el salón de sesiones y son descubiertos: cuadro de la firma del
Acta de la Independencia y los retratos de los generales José Antonio Páez,
Francisco Linares Alcántara y el doctor Juan R Rojas Paúl. Desde la tribuna de honor
se oyen discursos del presbítero Francisco J. Arato y Federico C. Velásquez.
Estos hechos contaron la presencia de los empleados públicos; de las escuelas
municipales, federales y la nocturna. También una representación de juntas
comunales de los municipios foráneos. La Orquesta Cívica dirigida por Baldomero
Guzmán, estuvo presente armonizando la programación.
* “…Un día de 1899
iniciaba yo la costumbre de recrearme por todas las tardes en los bancos de
cal y ladríllos, que existían en la Plaza Mariño de Turmero, alrededor de una
glorieta que le servía de pedestal
al busto en bronce del héroe invasor de
Chacachacare, conocí a dos jóvenes se acababan de residenciar en mi pueblo: Ramón
Francisco Bastida y Carlos Adolfo Bastida, parientes cercanos del doctor
Adolfo Frydensberg ...”. Andrés Pacheco Miranda (Turmero, tierra mía).
28 de octubre de 1905.
Inauguración de la Plaza Mariño y entrega de la obra por la Junta de Fomento al
Concejo Municipal, al acto concurren las juntas comunales de los municipios
Cagua y Santa Cruz; las escuelas nacionales, del estado, municipales y
particulares; los jefes civiles de los municipios foráneos y el venerable
párroco de la feligresía, presbítero Rafael Peñalver, llevando la palabra de
orden el poeta Ramón F. Bastida. La recepción oficial es en el salón
municipal, donde es colocado en lugar preferente el retrato del general Cipriano
Castro, como prueba de la adhesión política que los habitantes del distrito Mariño tributan al Restaurador
de Venezuela. Para la fecha el presidente del Concejo Municipal era Ramón
Heredia y el secretario R. A. López.
El 9 de diciembre de
1924, por resolución de la Jefatura Civil del distrito, en la Plaza de Turmero
se inaugura un busto del general Mariño, para conmemorar el centenario de la
batalla de Ayacucho. El panegírico estuvo a cargo de Alfredo Pacheco Miranda,
de su hermoso discurso se reproduce este párrafo:
«Señores, la autoridad
civil de Turmero, al ordenar la
colocación del nuevo busto del general Santiago Mariño, en esta plaza
bautizada ya con el nombre del paladín margariteño, exalta de modo laudable su
devoción por los patricios que lucharon estoicamente por el triunfo de la
doctrina republicana. Nada más justo que rendir este homenaje, en el día de
hoy, al gallardo vencedor en Bocachica; porque glorificar lo que es digno de
posteridad es siempre honroso, según la feliz expresión de Fermín Toro.
* En octubre de 1926 hay
un curioso intercambio de oficios entre los poderes públicos del distrito
Mariño. El día 6 el Concejo comunica a la jefatura civil que por culpa de una
represa, construida en la esquina nordeste de la Plaza Mariño, El Rebote fue
inundado. Al día siguiente el jefe civil Pedro A. Rugeles, contesta que la
represa fue hecha para proteger la carretera nacional macanizada y que había
ordenado lo siguiente: una parte del agua vaciaría por la calle Flor de Mayo,
hacia la acequia y el río, la otra porción drenaría a partir de la esquina de
la plaza, por la calle Bolívar hacia el este.
En el gobierno del general
Marcos Pérez Jiménez, la Plaza Mariño recibe como regalo del teniente coronel
Guillermo Pacanins, gobernador del Distrito Federal, en sus años juveniles
visitante del lugar, un moderno sistema de postes con alindados globos de
vidrios, que desparramaban en las noches hermosa luz. La administración municipal
de Nicolás González le hace el piso de granito y el admirado monolito, o sea la
glorieta pedestal del busto de Mariño, es reemplazado por una infuncional
fuente luminosa, hoy emplazada en el ángulo nordeste del patio de la escuela
José Rafael Revenga.
El Concejo Municipal
integrado por Pedro Reyes Rodríguez (presidente), Federico de Gregorio, Andrés
Gutiérrez, Luis Ignacio Acosta (síndico), Ismael Velásquez, Carlos Trujillo
Córdova, Ciro Guzmán y el secretario Abdul Peláez Blanco; encargan al escultor
Hugo Daini una estatua pedestre del general Santiago Mariño, epónimo del
municipio, a un costo de treinta y seis mil bolívares, desvelizada en presencia
de numeroso público la noche del 31 de diciembre de 1960. Las inscripciones del
pedestal son las mismas que estuvieron en el desaparecido monolito, la placa
que representa una danza indígena en torno al Samán de Güere, es obsequio del
escultor Daini al pueblo de Turmero.
En el mandato del alcalde Efrén Rodríguez, se
instalan nuevos faroles (hoy reemplazados por otros de inferior calidad), se
colocan locetas para proteger los jardines y se pone en funcionamiento una
cascada, semejando un tepuy del macizo guayanés, que se encuentra en total
abandono; en un lateral del Palacio Municipal es colocado el busto del coronel
Pedro Arévalo, máximo héroe turmereño de la Independencia, obra del artista R.
Chastres. Estos trabajos fueron entregados al pueblo de Turmero el 27 de
noviembre de 1990, día de la ciudad.
A las diez de la noche
del 21 de enero de 1994 caen las últimas ramas del «cotopriz del general
Gallegos», como lo bautizara Joaquín Crespo; plantado en la calzada de la calle-Bolívar,
frente a la Plaza Mariño.
Los
que hemos dejado jirones de nuestra vida en este lugar de leyenda no olvidada,
nos toca hondamente y nos causa angustia
ver su espacio tomado por el comercio informal, por eso deseamos que sea
priorizada el área de nuestra plaza, para el disfrute de los que diariamente
la visitan para gozar de su atrayente frescor. Aquí se refleja realmente el
diario vivir de la ciudad.
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