SENDA DE LUCES Y VIRTUDES
En añosos papeles más que centenarios, encuentro información de ese
pasado tan nuestro, de esa vida y ese tiempo que no ha de regresar, que en
palabras escritas entrega sus secretos, relacionados con estudiantes y
maestras, de un singular instituto educativo que funcionaba en este Turmero,
tan tuyo y tan mío, de realidades nunca soñadas.
El 9 de diciembre de 1886, a la una de la tarde, se constituyó en la
sede del Cabildo la Junta de Examinadores nombrada por el Concejo Municipal
del distrito Mariño, para evaluar el rendimiento del alumnado de la Escuela
Municipal de Niñas, integrada por los ciudadanos José Ángel Rodríguez, Manuel
M Guevara Santander, Ramón A. Blanco, la señora Adelina de García y la señorita
Leonor Blanco, quienes se trasladan al local del plantel y, en presencia de
numerosas personas, hacen el examen de las educandas, conforme a las materias
del programa de estudios de la preceptora Lorenza Alvarado, a saber: lectura,
escritura, religión, aritmética práctica, gramática, geografía, historia de Venezuela
y obras de labor. «La Junta dio cumplimiento a su encargo, esforzándose en
dejar satisfechos al Concejo Municipal, como a la preceptora y personas
presentes, haciendo el examen con todo el esmero y escrupulosidad que le ha
sido dable; tiene la satisfacción de hacer constar en esta acta, que el
resultado promete mucho para el adelanto y moralidad de este pueblo, pues
todas las educandas revelan aprovechamiento y aplicación en todas las ramas
de la enseñanza primaria. El acto fue precedido de dos discursos de apertura
dirigidos al presidente del Concejo por las educandas Ignacia Martínez y
Herminia Pacheco y termina con otros dos que dirigieron al mismo Magistrado,
las alumnas Olimpia Borges y María S. Pérez. Los examinadores creen cumplido el
encargo y excitan a la preceptora a continuar con el mismo celo desplegado
hasta ahora, conduciendo a sus alumnas por la senda de las luces y la virtud».
Diez años después, en 1896, la Escuela Municipal de Niñas estaba
regentada por la docente Balbina Cabrera, que había organizado el pensum de
estudios, con las siguientes disciplinas: lectura, escritura, aritmética, geografía
física y política, historia de Venezuela, higiene, moral, doctrina cristiana y
labores diversas, para enseñanza de las alumnas más avanzadas: Fausta Lira,
Rosa A. Caballero, Eva María Chesneau, Clara Hernández, Eugenia Mejías,
Mercedes Hernández, Obdulia Mota-mayor, Emigdia Silva, Josefina Silva, Berta
Caballero, María Buznego, Rosario Quevedo, Dolores C. Olmos, Fidelina Borges,
Berta Romero, Francisca Silva, Emilia Tovar, María Borges, Ramona Garrido,
Josefa M. Rodríguez, Rafaela Inojosa, Ninfa Torres, Lastenia Rasco, Rosario
Mejías, María García, Cecilia Martínez, Ramona Salvatierra, Leonor Alvarado,
Rosalía Contreras y Raimunda Peraza. También había un grupo de pequeñas que
por vez primera ocupaban sillas de un aula, eran principiantes en la etapa de
silabear, benjamines que respondían a los nombres de María Borges, Ceferina
García, Carmen Ayesta, Felicia Zambrano, Petra Moreno, Francisca García,
Carmen Bolívar, Petra Montes de Oca, Leonor Blanco Pacheco, María de J.
Hernández y María V. Olmos.
Insertado en los cambios que están operándose en el país, en este mes de
septiembre vuelve a la ciudad el bullicio de los niños y jóvenes que, por «la
senda de las luces y la virtud», como decían los examinadores del pasado,
vuelven a las aulas retomando la antigua fecha de reinicio de clases, con la
novedad que en este año, por disposición del presidente Hugo Chávez Frías,
los ahorros de los representantes no serán despalillados, en la cancelación de
cuota alguna. Los decimonónicos documentos que han servido para organizar este
trabajo fueron localizados en el fructífero escudriñaje de José Rafael Torres
Pérez, jefe del Archivo Histórico Municipal.
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