Dicho
en palabras del español antiguo: Esta que se sigue et la lueñe estoria deste
pueblo, que toma su nombre del vocablo indígena turma, expresión que al
juntarle el sufijo ero le da sentido de
abundancia y forma la palabra Turmero.
Pero,
¿qué es una turma? Fernández de Oviedo en su obra Historia general y natural
de las Indias, despeja en estos términos la incógnita: «Una fructa hay en
aquella tierra, por donde anduvo el Mariscal Don Diego de Almagro, de la otra
parte del Cuzco, que la produce de si mesmo la tierra, e son como ajes redondos
e tan gruesos como el puño llámanlos papas, e quieren parescer turmas de
tierra». Almagro fue un conquistador español, compañero de Pizarra en la toma
del Perú, sus posteriores diferencias derivaron una guerra civil, que terminó
en la muerte de ambos. Para los antiguos incas la turma era un auxiliar de la
meteorología, pues medían el tiempo por la duración de la cocción.
La
toponimia venezolana presenta el nombre Turmero en diferentes lugares de
nuestra geografía, en variados accidentes. En el estado Anzoátegui es un centro
poblado y una laguna; en Sucre es un cerro, en Mérida se da ese nombre a una
quebrada y a un páramo; también existe el diminutivo Turmerito, patronímico de
un sector de la parroquia El Valle, en el Distrito Federal. En Aragua es un
río, una ciudad y en diminutivo es un vecindario del sector El Mácaro.
Sobre
el poblamiento del Valle de Turmero. por las evidencias arqueológicas
encontradas, nos hace suponer que estaba ocupado antes de la presencia del
europeo, de allí los numerosos vocablos indígenas de nuestro entorno: Paya,
Güere, Coropo, Purica, Paraima. Oldman Botello, en su libro El pueblo de doctrina de Turmero, afirma que los primeros colonizadores
fueron traídos por Lorenzo Martínez de la Madrid, ascendiente paterno del
Libertador, hacia 1591 o 92, para entonces la población indígena, muy numerosa,
era empleada en labores agrícolas. El mismo señor Martínez de la Madrid
solicita ante el Cabildo de Caracas la Encomienda de Turmero, «...a dos días
del mes de diziembre de mili e quinientos e noventa e tres años...». El 17 de
diciembre de 1593, el gobernador Diego de Osorio le confirma la posesión de
la tierra y ordena verificar in situ su dominio, en presencia de los testigos
Lope Luis y Juan Rodríguez «...personalmente con sus manos arrancó unas yerbas
y echó mano a su espada y cortó unas matas de monte...». Luego vendrían a
ocupar terrenos en la zona, los señores Gabriel de Avila, con 260 hectáreas,
Rodrigo de León con 140, Pedro García Avila con 80 y Juan Serrada con 260.
Veintisiete
años después de la primera Encomienda —en 1620—, en tiempos del gobernador
Francisco de la Hoz Berríos; el teniente Pedro Gutiérrez de Lugo, juez
poblador, acompañado del sacerdote Gabriel de Mendoza, juez eclesiástico, elevan
a Turmero a pueblo de doctrina; de esa visita queda el primer templo que tuvo
nuestra ciudad y el acta para la posteridad y la historia: «...y en veintisiete
del dicho mes de noviembre y año de seiscientos y veinte, dicho Juez
Comisario eligió y fundó otra Iglesia, en el pueblo que llaman de Turmero,
nombrado Nuestra Señora de Consolación, con advocación y nombre de Nuestra
Señora de Candelaria...». EL terreno lindante al templo lo destinaron a
cementerio; cadáveres sepultados en este camposanto, fueron exhumados
accidentalmente en 1992 por obreros que hacían el tendido de tubos recolectores
de aguas lluviosas, en la cuadra de la avenida Sucre, delimitada por las calles
Páez y Camilo Torres.
La
ciudad se encuentra a una altura de 471,2 metros, sobre el nivel medio del mar
en La Guaira, información avalada por la Dirección de Cartografía Nacional del
desaparecido MOP, en placa ovalada colocada en 1953 en el frontis del templo
Nuestra Señora de Candelaria. En el censo de 1990 conserva su posición de
segunda urbe estatal, su distancia de la capital del estado es de 15 Km. El mal
uso de la tierra urbanizable, en los últimos siete años, ha sido diezmador de
las bellezas que nos regalara la creación, por ello hoy tenemos dos ciudades;
la de rancherías proyectada por arquitectos de la miseria, que ha
marginalizado amplios sectores del municipio como Paya, La Magdalena, Samán
Tarazonero, Ei Mácaro, El Tierral, etc., y el casco central —en total abandono—
ampliado con modernas urbanizaciones en su periferia, éxitos de la iniciativa
privada. Turmero es tierra tendida y tierra levantada, hacia el norte las
elevaciones oscilan entre los 1.000 y 2.000 metros, destacándose las fajas
de Paraguatán, La Negra, Paya y Ceniza; en el naciente de las calles Mariño y
Bolívar, el suelo se empina y se transforma en Colina de El Calvario, allí
emprende la escalada hacia las alturas de El Picacho, los montañistas locales,
entre ellos tres escritores, columnistas de la revista Candelaria: José Luis
Hernández Arana, José Hermoso Sierra y Carlos Sarcolira Barreto, desde esa
altura se observa parcialmente y sin mucho esfuerzo, a los municipios Mariño,
Sucre, Lamas, Bolívar, Girardot, Libertador y Ribas.
En
este noviembre conmemoramos el 379° aniversario de nuestra exaltación a
pueblo de doctrina y en diciembre, al son de la Cabra Mocha, se cumplen 406
años de la encomienda de la feracísima tierra, donde creció la ciudad «con la
belleza de la sombra que se expande a la luz». Nuestras fechas genésicas son
tentación para evocar.
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