domingo, 21 de diciembre de 2014







TURMERO, REMOTA TIERRA DE GRACIA




Una consecuencia de la confiscación de los bienes del general Juan Vicente Gómez y otros funcionarios de su go­bierno, por el Congreso Nacional en 1936, a pro­posición del escritor turmereño Alfredo Pache­co Miranda, a la sazón diputado por el estado Aragua, es la solicitud del Concejo Municipal mariñense, por interme­dio de la Procuraduría del estado Aragua, de adjudicación gratuita de los fundos denominados Samán Nacional y Li­bertador, constantes su extensión de 76 hectá­reas, y la posesión agrí­cola nombrada Villeguitas, de 40 hectáreas con el fin de constituir con sus terrenos los ejidos del municipio, ya que se carecía de superficies in­dispensables para el de­sarrollo urbano y rural. Tal petición tuvo acogi­da favorable en el Eje­cutivo Nacional y por in­termedio de Elbano Mibelli, ministro de Agri­cultura y Cría de los Es­tados Unidos de Vene­zuela, el 17 de abril de 1941, satisfizo el memo­rial de nuestros munícipes. El 13 de mayo de ese mismo año, el docu­mento fue presentado para su protocolización ante la Oficina Subalter­na de Registro del Dis­trito Mariño, por el ciu­dadano Alejandro Mon­tes de Oca, según cons­tancia del registrador Rafael Ponce Camacho y los testigos hábiles Carlos Pérez Frydensberg y José Valeriano Naranjo, quedando asentado bajo el № 15 del segundo trimestre. Dicho instrumento men­ciona topónimos que co­rresponden a identifica­ciones pretéritas, como se evidencia en el linde­ro de Villeguitas, del que hago cita textual: «Por el este camino transversal de Cañafístola a la Pe­lota, antiguamente deno­minado El Tranvía»; para mejor identifica­ción del lugar, aclaro que El Tranvía era el nombre de una calle del sector Cañafístola, en el primer trimestre de 1909 la ciudadana Cleofe González, en una opera­ción de compra-venta, adquiere una vivienda y menciona esa vía públi­ca como sitio de ubica­ción del inmueble obje­to de transacción; su nombre se debe al des­plazamiento sobre ella del tranvía que unía al pueblo con la estación ferroviaria de La Julia. El vehículo se desplaza­ba sobre rieles arrastra­dos por dos caballos. El último de los cocheros fue el turmereño Domin­go Hermoso, su labor abarca el primer veinte­nario del moribundo si­glo XX. Con la desaparición del singular trans­porte y el asfaltado de la calle Villacastín, nom­bre reciente de la histo­riada vía, este episodio de la pequeña historia local corresponde a los dominios del arcano.
Retornando al tema de los ejidos municipa­les y su posterior uso agrícola, quid de la pre­sente crónica; veremos que estas 106 hectáreas de verdes imaginables, musicalizadas con el melodioso gorjeo de los pájaros, irradiadas por un sol inclemente, reci­bían las refrescantes aguas de riego a través de numerosas acequias y del mismo río Turmero; dichas tierras fueron microparceladas y entrega­das a los campesinos, que obtenían el rico manjar de las cosechas, para deleite del paladar, en la pequeña área del conuco o en la fértil vega. Tengo en mi poder una copia catastral de 1943, con nombres de 116 adjudicatarios asen­tados: 44 en Villeguitas, 25 en el Samán Nacio­nal y 47 en el Liberta­dor. La diaria aventura del hombre sembrador y soñador, que se levanta­ba ante el asomo del sol, se prolongó por años, hasta el momento que se le impidió hundir el aza­dón para depositar la fértil semilla que recom­pensaba al hortelano con abundantes rendimien­tos. Esa reproductiva la­bor fue obstaculizada por insensatos mercade­res de terrenos, que cuentan con apoyos po­líticos y suelos de inva­lorable calidad agrícola, fueron sacrificados en un incompresible urba­nismo. Han surgido ur­banizaciones con cierta planificación, también densidades anárquicas y marginales, fomentadas en la política de ranchificación que se ha gerenciado en Mariño, como el reciente episodio de la invasión de la parcela 31 de Samán de Güere y el acoso que se mantiene sobre la parcela 36 del mismo sector, presionan­do el desalojo de sus pisatarios. Lo que comen­zó con buenos presagios, concluye en torcidas e in­fames ejecutorias.
Haciendo un análisis en la sucesión ordenada de las muchas notas marginales estampadas en el documento de do­nación, se reconstruye buena parte del creci­miento urbanístico de Mariño.

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