Pedro Ladrón de Guevara era un nativo de Valencia, en cuyos
alrededores tenía una encomienda; como era una persona atraída por las andanzas
y aventuras, un buen día abandona sus pertenencias y funciones de encomendero
para marcharse a los Campos de Marte. Con las banderas y armas de su rey
combate en España, Francia e Italia; los menesteres de la guerra le llevan a
combatir por Cataluña, Burdeos y a Extremadura presta servicios como capitán.
Luego de mucho batallar en el continente europeo, el beligerante hombre
oriundo del Nuevo Mundo busca reposo en su tierra venezolana, regresando
cargado de fama y experiencia guerrera, para encontrarse con la dura realidad
de la pobreza, pues había perdido en su ausencia la encomienda y otros bienes. Sus
amigos vienen en su auxilio y le facilitan dinero y reses para que fundara un
hato; su primo, Juan Martínez de Villegas y Guevara, escritura a su nombre la
donación del valle y tierras de Tocopío, recodo al oeste de Turmero, tropical
espacio donde el alado Cupido, montando en su arco flechas de oro, hiere su
corazón, igual que el de la india Marcela Martínez Partea, hija del cacique
Juan Martínez Parica.
Como el capitán Pedro Ladrón de Guevara aspiraba a legalizar su unión
con Marcela, en una época rígida y castrante, sus familiares se resienten, la
hacen detener y trasladar a Caracas. Entonces, con increíble dinamismo, se
llena de valor y enfrenta solo a la oscurantista sociedad colonial llena de prejuicios, sin
importarle lo fuerte que eran sus poderosos enemigos. Solicita un Amparo Real
divulgado en las plazas públicas de Caracas y La Guaira; acude a la Real Audiencia
de Santo Domingo, ante la que expone sus servicios al rey y las persecuciones
sufridas, por su intención matrimonial con Marcela Parica, suplicando su
restitución al pueblo de Turmero. Al fin, el 17 de noviembre de 1676, la
Audiencia coloca bajo Amparo a los amantes, noticia pregonada en las plazas de
Turmero y Cagua y se da cumplimiento a la devolución de Marcela a su pueblo natal. -
La vida de Pedro y Marcela culmina en matrimonio, llegando a procrear nueve hijos. La
vida sosegada y feliz a que tenían derecho fue perturbada por los numerosos
enemigos de la pareja; ante la imprecisión de linderos y ocultamiento de
hitos, emprenden un acoso tratando de achicar la extensión de sus tierras.
Con razonados alegatos defendieron lo suyo y, como era natural presentan sus
títulos y la Real Protección de Amparo que les había otorgado la Audiencia. Al
morir el capitán Pedro Ladrón de Guevara, Marcela y sus Gerónimo Ladrón de
Guevara y Parica, heredero del indomeñable carácter de su padre, vehemente defensor de los indios de Turmero, llegando a ser cacique interino de ellos, nombrado por su
tío Juan Martínez Parica.
Marcela, al igual que la princesa Diana de Gales, nunca fue aceptada
en el seno de la familia política. Fallece en 1722; en su testamento perdona a sus enemigos, entrega su
alma al Todopoderoso y su cuerpo a la tierra,
pide ser "sepultada bajo el arco toral de la iglesia, con el entierro que tenemos y han tenido los caciques, mis padres y
abuelos". El recuerdo de Pedro y Marcela ronda en el tiempo, como símbolo de amor, entrega y pasión.
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